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lunes, 26 de marzo de 2018

Buenos Aires: "II Jornadas de historia del movimiento obrero y la izquierda"

Se vienen las "II Jornadas de historia del movimiento obrero y la izquierda"
se llevarán a cabo el 3 al 5 de octubre de 2018 en la 
Ciudad Autónoma de Buenos Aires


El Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas y la revista Archivos invitan a participar de las “II Jornadas de historia del movimiento obrero y la izquierda” que se realizarán en la ciudad de Buenos Aires entre el 3 y el 5 de octubre de 2018.

En junio de 2015 se realizaron las “I Jornadas de historia del movimiento obrero y la izquierda” en el Centro Cultural Paco Urondo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, con el objetivo de potenciar la elaboración y el intercambio acerca de la historia de la clase trabajadora y las izquierdas en la Argentina y en el mundo. El encuentro, que contó con la asistencia de más de 250 inscriptos, pudo congregar a una significativa representación de los investigadores especialistas en las temáticas en cuestión y se desarrolló bajo el diseño de invitaciones a exposiciones, como un taller cerrado, en base a una estructura de paneles fijos. Sin rehuir a la crítica y al debate franco, en un clima abierto y plural, se aportaron valiosas contribuciones sobre las dimensiones empíricas, teóricas, metodológicas y políticas de nuestro campo de estudio. La edición de la revista Archivos, desde 2012, operaba como impulso inicial y antecedente evidente de nuestros propósitos.


El desafío inicial sigue vigente, ahora enriquecido por esta experiencia del anterior evento. Pero también sobre un pilar aún más sólido: la consolidación del CEHTI, constituido en julio de 2016 y en donde se prolongó la elaboración desde una perspectiva crítica y de intercambio colectivo con la realización en su sede de una treintena de actividades públicas (exposiciones, mesas-debate, presentaciones de libros). Aspiramos a recibir trabajos que se extiendan a los múltiples aportes de la historia social, política, intelectual, cultural y de género, desde enfoques interdisciplinarios, abiertos tanto al escenario nacional como internacional. Retomando toda esta dinámica de trabajo, ahora nos proponemos la organización de las “II Jornadas de historia del movimiento obrero y la izquierda”, en las que apelamos a una convocatoria pública para la presentación de ponencias y con una serie de ejes temáticos que pretenden priorizar y ordenar la discusión. 

1) Las izquierdas: culturas políticas, partidos y programas.
2) Izquierda y clase obrera: experiencias de lucha y organización.
3) Proceso de trabajo, estructuras sindicales y conflictividad laboral.
4) Teoría e historia del marxismo.
5) Historia intelectual de las izquierdas: redes y trayectorias.
6) Estudios de género, clase trabajadora e izquierdas.
7) Experiencias artísticas y culturales.
8) Juventudes y movimiento estudiantil.
9) Clase trabajadora, migraciones y etnicidad.
10) Derechas, mundo católico y movimiento obrero.
11) Violencia política y lucha armada.
12) Formas de trabajo y conflictos sociales y políticos (siglos XVIII y XIX).
13) Sociabilidad y vida cotidiana.
14) Estado y clase trabajadora: iniciativas reformistas y políticas represivas.
15) Cuestiones historiográficas y metodológicas.

Fechas de presentación:

- Envío de Resúmenes: hasta el 15 de abril de 2018
- Envío de Ponencias: hasta el 31 de agosto de 2018

Criterios de presentación:

Los resúmenes deben tener hasta 200 palabras y un encabezado con el nombre y apellido, el e-mail y la pertenencia institucional del autor/autora. Las ponencias podrán tener un máximo de 55.000 caracteres con espacio, en letra Times New Roman, tamaño 12 e interlineado de 1,5.
Las propuestas deben ser enviadas a segundasjornadascehti@gmail.com en un archivo cuyo nombre debe ser el apellido del autor/autora y el eje seleccionado. Ejemplo: PerezEje2.doc

Organizan:

- Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI).
- Revista Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda.

Como en la anterior oportunidad, las Jornadas tendrán el auspicio de:

- Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.






                                                                          

martes, 13 de febrero de 2018

Local del Partido Obrero de Molinari informa:

                

Gran acto del Partido Obrero este fin de semana...

En el corazón de la populosa barriada obrera de Molinari, el Partido Obrero realizó un acto de campaña electoral que reunió alrededor de 100 compañeros y compañeras. uierda: Tomaron la palabra el legislador provincial Eduardo Salas y otros vecinos de la zona.

"La UCR viene perdiendo terreno dado que su concepción burguesa e ineficaz para resolver los problemas de la clase trabajadora hacen que el obrero se despierte de la siesta que nos da el fernet y el cuarteto" Recalco Monica Hernandez vecina de El Condado.

                                                            

martes, 28 de marzo de 2017

Frases del cubano Antonio Guiteras

Foto de Guiteras


“Me responsabilicé con el ejército en el Movimiento del 4 de Septiembre por entender que había llegado el momento de imponer un programa mínimun que de un modo lento nos pusiese en condiciones de afrontar en un futuro no lejano de inmensa tarea de la revolución social, que a pesar de todas las dificultades, de todas las resistencias, se avecina, rompiendo todas las barreras que la burguesía ha levantando para impedir  su paso (…) actualmente estoy en la oposición, lucharé por el restablecimiento  de un gobierno donde los derechos de los obreros y campesinos estén por encima de los deseos de lucro de los capitales nacionales y extranjeros”[1]




Declaraciones al diario Luz, el 20 de enero de 1934 de Antonio Guiteras







[1] Antonio Guiteras, en Pensamiento crítico n39, (especial) La Habana, Abril de 1970, página 284. -

domingo, 26 de marzo de 2017

Uruguay: CRIMINLIZACIÓN DE LA PROTESTA SOCIAL


Repercusiones al decreto contra corte de vías públicas

Varias organizaciones sindicales y estudiantiles ya se pronunciaron repudiando el reciente decreto del gobierno de desalojo de vías públicas sin previa orden judicial. En paralelo dirigentes frenteamplistas desacreditan las críticas, mientras otros se suman a desencanto de las bases pero por el momento solo declaraciones.

                               

Foto: Vázquez el 26 de Agosto de 2015 en acto público es abucheado a pocas horas de haber decretado la "esencialidad" en educación para frenar la huelga docente.

Con el correr de las horas ya son varias organizaciones sociales, de derechos humanos, políticas, así como periodistas y del área de la cultura, que se pronunciaron por distintos medios en repudio al decreto, y seguirán sumándose más voces de repudio porque algunas organizaciones están en estas horas discutiendo posibles declaraciones para hacer públicas.

Sindicatos y gremios estudiantiles

Hasta el momento las los sindicatos y gremios estudiantiles que se pronunciaron en rechazo al decreto han sido la Confederación de Funcionarios del Estados (COFE), la Unión de Trabajadores del Hospital de Clínicas (UTHC), la Asociación de Funcionarios de UTU (AFUTU) Regional Canelones, el Centro de Estudiantes de Facultad de Sociales (CECSO).

Si bien hay expresiones diferentes dentro de la mesa representativa del PIT-CNT, es de destacar que el Secretario General del PITCNT y dirigente del Partido Comunista Marcelo Abdala, dijo que la detención de sindicalistas en Colonia por cortar una vía pública se debió a una "mala interpretación del decreto" y que el mismo “no agrega nada a la normativa vigente”, mostrando así una clara voluntad de no ir en contra del decreto del gobierno.

Mientras principales dirigentes oficialistas cierran filas, los decepcionados no se juegan la ropa

Entre las declaraciones del oficialismo en respaldo al decreto se destaca la del Ministro del Interior Eduardo Bonomi y la Ministra de Desarrollo Social Marina Arismendi.

El ministro del MPP expresó que "hay gente en la izquierda que no termina de entender que disuadir y reprimir la delincuencia es parte del avance social". Esta definición amerita la reflexión de todos los que se consideran de izquierda y frenteamplistas, porque se rompe acá con la caracterización histórica de la izquierda a nivel mundial del origen de la “delincuencia” y su “carácter de clase”, ya que un empresario roba diariamente a sus empleados la gran mayoría de lo que producen pero esto no es “delincuencia” porque tiene un amparo legal. Este avance represivo, llamado “avance social” por Bonomi parece no generarles ninguna cuestión de principios a quienes se siguen autoproclamando de izquierda.

Por su parte la ministra Arismendi del PCU salió en defensa del decreto argumentando que el mismo está pensado para empresarios que actúen de por sus intereses económicos: “por una lucha de precios entre empresarios se puede llegar a estropear la economía de un país”. Sin embargo en nuestro país la manifestación de impunidad de los empresarios se da más comúnmente abandonando una fábrica por búsqueda de más rentabilidad, dejando a familias obreras en la calle, como fue el caso de quienes le dieron la banda presidencial a Muijica, los que fundieron Fripur, sin embargo el gobierno permitió que los empresarios siempre se salgan con la suya. Esta forma de argumentar un decreto represivo Arismendi que sería contra los empresarios al menos resulta un poco fuera de la realidad.

Entre las voces disidentes dentro del oficialismo se destaca la de la dirigente Constanza Moreira principal dirigente de Casa Grande, publicando un comunicado rechazando el decreto. En las últimas horas también se hizo público un comunicado del Partido Socialista, paradógicamente el sector del cual proviene el mismo Tavaré Vázquez, que expresa "preocupación" por el decreto. Por el momento todo parece quedar en una declaración de intenciones, que en los hechos es consentir un giro represivo de su partido en el gobierno.

Que el PIT-CNT se movilice para tirar abajo el decreto

Es indiscutible que el decreto del presidente otorga mayor poder a las fuerzas represivas, actuando ahora antes que se pronuncie la justicia. Si bien dirigentes como Abdala se encargan de decir que el decreto no está dirigido a atacar las libertades sindicales y que está pensado para situaciones como cuando un empresario corta la ruta por intereses corporativos, en los hechos ya se puso a prueba y se demuestra su utilidad: reprimir la protesta en la vía pública.

Esto amerita el más amplio debate en el movimiento sindical respecto al accionar del gobierno en materia represiva. Cabe preguntarles a los dirigentes del Partido Comunista si reforzar y darle mayor libertad de acción al aparato represivo es lo que ellos dicen ir hacia “una democracia avanzada”. Se demuestra una vez más que la independencia del movimiento sindical está claramente limitada por el accionar de los dirigentes oficialistas.

Se hace necesario que todo el movimiento sindical se pronuncie repudiando el decreto que otorga mayor poder al aparato represivo para reprimir la protesta social. Debemos frenarlo cuanto antes, más aún previo a una nueva rendición de cuentas, donde seguramente la educación y otros sectores buscarán trasladar sus reclamos con movilizaciones. Una gran demostración de fuerza en las calles es lo que necesitamos para ponerle un freno al gobierno.

domingo, 19 de febrero de 2017

La integración es un elefante blanco


Por José Natanson

omo esas gigantescas estructuras sin terminar de paredes descascaradas, techos semiderruidos y gente viviendo adentro que, de la Torre de David caraqueña al Elefante Blanco porteño, proliferan por América Latina, la integración regional tiene algo de inconcluso, un eterno work in progress que encierra una dimensión monstruosa. Y ello a pesar de que se trata de una región homogénea del planeta desde el punto de vista cultural y religioso, sólo comparable al mundo árabe, que comparte un solo idioma y una única cultura pero que se encuentra cruzado por conflictos interreligiosos mortales. Desprovista de armas nucleares, con la amenaza terrorista felizmente ausente y sin tensiones interestatales de envergadura, América Latina es una zona pacífica y de fronteras estables. Como recuerda Andrés Malamud (1), en los últimos dos siglos ningún Estado latinoamericano desapareció del mapa y sólo se crearon tres (Uruguay, República Dominicana y Panamá).

Sin embargo, el fin del ciclo político de la izquierda encuentra a la integración regional –una vez más– sin vigas y sin revoque. Tras una década de gobiernos nacional-populares, la evidencia indica que los avances en términos de inclusión social, crecimiento económico y estabilidad política no se vieron acompañados por progresos equivalentes en materia de integración: más allá de una retórica patriagrandista que por momentos pareció más orientada a disimular los fracasos que a festejar los éxitos, lo cierto es que el comercio intra-zona del Mercosur, el bloque más consolidado de América Latina, sigue estancado por debajo del 16 por ciento, frente al 60 de la Unión Europea, que la institucionalidad latinoamericana se reduce a un conjunto de estructuras burocráticas incapaces de asumir un liderazgo político (2) y que se han ido apilando una serie de proyectos inacabados, desde los más razonables como el Banco del Sur a los interesantes pero impracticables como la moneda única (que hasta tenía nombre: SUCRE) y los directamente extravagantes, como el Gasoducto del Sur. En palabras del especialista inglés Laurence Whitehead, un “mausoleo de modernidades” que subraya nuestra esencia inconclusa (3).

Esta persistente parálisis se explica esencialmente por tres motivos, el primero de los cuales es tan claro que hasta un economista podría entenderlo: pese a los recurrentes intentos a lo largo de la historia y algunas islas de innovación, las exportaciones de América Latina siguen descansando básicamente en commodities, que representaban el 54 por ciento del total en 2002 y representan el 60 por ciento en la actualidad, con la consecuente orientación de los vínculos comerciales hacia las potencias extrarregionales demandantes de materias primas, sobre todo China, antes que a los países vecinos. La desunión latinoamericana es, más que cualquier otra cosa, una suma de primarizaciones nacionales. Como demuestra la experiencia del complejo automotor argentino-brasilero, el ejemplo más avanzado de articulación industrial entre dos países de la región, la interdependencia exige sofisticación productiva. Sin agregación de valor no hay integración posible.

El segundo motivo es la carencia de liderazgo. A lo largo de la historia, Brasil se ha mostrado lo suficientemente poderoso como para bloquear los intentos de protagonismo de otros países latinoamericanos (México en el siglo XIX, Argentina a comienzos del XX), pero no ha sido lo suficientemente potente, o audaz, para imponer una hegemonía regional duradera. No es solo una cuestión de peso relativo, pues Brasil representa la mitad, aproximadamente, del PBI, el territorio y la población de Sudamérica, o sea más que Alemania en relación a Europa, sino más bien de subdesarrollo: a pesar de los impresionantes avances de la última década, Brasil sigue siendo un país desigual y violento cuyos gigantescos problemas internos modelan una secuencia histórica entrecortada en la que los períodos de proyección regional son sucedidos por otros de displicente apatía, reforzados estos últimos por su singularidad lingüística, la autopercepción de un destino nacional manifiesto y el tradicional ensimismamiento heredado de los portugueses.

Para colmo, el impeachment a Dilma Rousseff demostró que la estabilidad política brasilera sigue siendo frágil y reveló los límites de los países de la región a la hora de evitar las torsiones democráticas. Especulemos: ¿qué hubiera cambiado si el juicio político contra la presidenta petista se hubiera intentado en un contexto de gobiernos de izquierda consolidados, con el kirchnerismo ejerciendo el poder en Argentina? Probablemente nada, a juzgar por la dificultad que en su momento encontraron esos mismos gobiernos progresistas para evitar el desplazamiento de Fernando Lugo de la presidencia de un país mucho más influenciable como Paraguay. En todo caso, los desalojos más o menos irregulares de presidentes latinoamericanos ponen en cuestión uno de los pocos avances realmente concretos de los últimos años: la capacidad de garantizar la continuidad de los gobiernos democráticamente elegidos mediante el diálogo interpresidencial, el acompañamiento amistoso y las presiones, estrategia que había dado resultado en las crisis ocurridas en Venezuela, Bolivia y Ecuador pero que fracasó en Paraguay y Brasil.

El tercer motivo que explica la parálisis integracionista es de inspiración. Los dos ejemplos más avanzados resultan, por motivos diferentes, inaplicables a la realidad latinoamericana. El primero, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), se fundamenta en la necesidad de Estados Unidos de expandir sus mercados de exportación por vía de la anulación de las barreras comerciales: su origen a partir de una imposición Norte-Sur, su condición cuasi-imperial y un diseño a la medida de los requerimientos de Washington, basados en el libre tránsito de bienes, servicios y capitales pero no de personas, lo hacían imposible de replicar incluso antes de la decisión de Donald Trump de enterrarlo bajo un muro.

El otro modelo es el europeo. Aunque más profundo, equitativo y casi diríamos humano que el norteamericano, es consecuencia de las condiciones irrepetibles de los años 40. Como señala Tony Judt en su monumental Postguerra (4), “la Europa postnacional, del Estado de Bienestar, cooperante y pacífica, no nació del proyecto optimista, ambicioso y progresista que los euroidealistas de hoy imaginan desde la pura retrospectiva: fue el fruto de una insegura ansiedad. Sus líderes llevaron a cabo reformas sociales y fundaron nuevas instituciones como medida profiláctica para mantener a raya el pasado”.

En un contexto de estancamiento de los procesos de integración, con estructuras productivas primarizadas, sin liderazgos nítidos y huérfanos de modelos, los países de la región caminan sueltos. México y las naciones centroamericanas, umbilicalmente atados a Estados Unidos, sufren el drama de verse sometidos a un presidente al que no eligieron pero cuyas decisiones los afectan tanto o más que las de sus impotentes gobiernos. Las economías pro-mercado del Pacífico (Colombia, Perú y Chile) insisten con un modelo que asegura crecimiento y exportaciones pero que profundiza la desigualdad, en tanto los países bolivarianos resisten el cambio político que ya ocurrió en los dos principales socios del Mercosur.

En suma, la región vive una etapa de transición que aún no ha dado forma a una nueva hegemonía política reflejada en un clima de época, como fueron el neoliberalismo en los 90 o la nueva izquierda en la primera década del siglo XXI. En el primer caso, el influjo fue casi total: aunque con diferentes tiempos (comenzó en Chile y luego se fue expandiendo hasta alcanzar su cénit en los 90), intensidades (más radical en Argentina y Perú, más tímido en Uruguay y Costa Rica) y resultados (más exitoso en Chile y Brasil, un desastre en la mayoría de los países), el Consenso de Washington se extendió por toda la región. La hegemonía de la izquierda, en cambio, fue más parcial, aunque en su mejor momento llegó a gobernar casi toda Sudamérica, además de Nicaragua y El Salvador. Hoy prevalece sobre todo en Bolivia, Ecuador y dificultosamente en Venezuela, y en este sentido resulta interesante constatar que el modelo bolivariano de reforma constitucional y concentración caudillista del poder aguantó mejor el cambio de época que la izquierda institucionalista de Chile, Brasil e incluso Argentina: en términos de continuidad (no necesariamente de resultados), el chavismo le ganó al lulismo.

Pero decíamos que el cambio político no es completo. La nueva derecha, tal como la hemos definido en otras oportunidades (5), no se ha convertido aún en un movimiento auténticamente regional: el recuerdo todavía fresco de las conquistas socioeconómicas de la izquierda y el pasado trágico del neoliberalismo le impiden construir un consenso sólido en torno a su programa de reformas incluso en aquellos países que, como el nuestro, la eligieron para gobernar. Porque además el viento internacional está cambiando: parte del éxito de los ciclos políticos anteriores radicaba en su capacidad para sintonizar con el “estado del mundo” en el que se insertaban, caracterizado, en el caso del neoliberalismo, por la abundancia de capitales, la apertura económica y el dominio unipolar de Estados Unidos, y por los altos precios de los commodities y el ascenso de China en el caso de la izquierda.

Esta transformación aún en curso del sistema internacional quizás contribuya a explicar algunos desaciertos recientes del gobierno argentino a la hora definir los términos exactos de su política exterior. Los politólogos del macrismo, menos numerosos pero tan influyentes como los del kirchnerismo, harían bien en desempolvar los viejos apuntes de estudios internacionales y revisar la bolilla de la escuela de pensamiento realista. Surgida como reacción al idealismo wilsoniano de principios del siglo XX, la perspectiva realista concibe un escenario global compuesto por Estados que buscan maximizar su poder mediante una serie de decisiones egoístas y racionales, donde el derecho internacional y las instituciones multilaterales son poco más que papel mojado.

Incluso relativizando esta interpretación, no deja de resultar llamativa la desorientación internacional de un gobierno que a menudo parece ingenuo y al que, parafraseándolo, hasta podríamos calificar de ideológico, porque solo eso explica la intención de ingresar a acuerdos de libre comercio que sus mismos creadores dinamitan por injustos, el vistoso pero al fin y al cabo inconducente acercamiento a las potencias tradicionales y el desdichado episodio de los limones tucumanos, que demostró que un país puede cumplir prolijamente todos los procedimientos legales, administrativos y fitosanitarios pero que la lapicera de un presidente amante de los golpes de efecto al final puede más que cualquier contrato.

1. “El malentendido latinoamericano”, Revista Nueva Sociedad, Nº 266, noviembre-diciembre de 2016.

2. No existe una organización que reúna, así sea para la foto, a todos los países de América Latina. La Organización de Estados Americanos (OEA) incluye a Estados Unidos y Canadá, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) no, pero sí a los países anglófonos y de habla holandesa del Caribe, la Unasur es solo sudamericana y la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi) está compuesta por sólo 13 de los 20 países latinoamericanos.

3. Latin America: A New Interpretation, Palgrave Macmillan, Nueva York, 2006, citado por Malamud.

4. Postguerra. Una historia europea desde 1945, Taurus, 2005.

5. Le Monde diplomatique, edición Nº 185, noviembre de 2014.