domingo, 2 de octubre de 2016

1986: Las fotos desconocidas de una tragedia cordobesa


En 1986, cuatro niños escaparon del colegio religioso Liqueno, en las Altas Cumbres. Seis días después fueron encontrados congelados debajo de la nieve. Imágenes inéditas de una búsqueda desesperada que tuvo en vilo a todo el país. Las muertes revelaron una historia de maltrato.

 los últimos día de septiembre de 1986 el fotógrafo Carlos Alberto Cortez tuvo que cubrir la nota más dolorosa de su vida profesional. El Diario Popular de Buenos Aires, para el que trabajaba, le pidió que, junto a un periodista, subiera a las Altas Cumbres cordobesas para mostrar la historia que tenía en vilo al país entero.

Cuatro niños del colegio religioso Fray José María Liqueno estaban perdidos en la montaña y la pesada nevada que había caído en esos días hacía presagiar lo peor.

Cortez estuvo alojado en el colegio durante los días que duró la búsqueda desesperada de los niños. Conoció a las maestras, la directora, el sacerdote responsable de la escuela, los familiares que subieron hasta la Pampa de Achala persiguiendo una noticia esperanzadora, los alumnos, los baqueanos.

Cuando seis días después de la fuga de los chicos, uno de los grupos de baqueanos encontró sus cuerpos enterrados bajo la nieve, congelados, y comprobó que ni siquiera llevaban puestas medias ni tenían buenos abrigos, comenzó la peor parte de la historia.

Cortez se trasladó hasta Villa Dolores, adonde llevaron los cuerpos de los niños, y también estuvo en el sepelio de uno de ellos.

Visibilizar la historia

La gran mayoría de estas más de 60 fotografías que durante 30 años atesoró Cortez nunca fueron publicadas y permanecieron escondidas de la mirada pública. Hoy ayudan a reconstruir aquella terrible historia y a ponerles rostros a sus prota­gonistas.

En aquellos días rodeados de niebla, nieve y helada, cuando todavía no se sabía qué había pasado con los niños, los alumnos de la escuela hogar continuaban con su rutina, acompañados por las maestras del lugar.

Dos días después de la fuga, recuerda Cortez, regresó el responsable del colegio, fray Eduardo Antonio Giménez y desestimó las primeras acusaciones de algunas familias sobre supuestos maltratos contra los alumnos.

El clima no permitía operar a los helicópteros, y cada mañana salían numerosos grupos dirigidos por policías y baqueanos, para revisar cada recoveco de la Pampa de Achala, subiendo cumbres y bajando quebradas a más de dos mil metros sobre el nivel del mar.

Las imágenes muestran a esas excursiones improvisadas y de­sesperadas por encontrar a los ­niños. Reflejan la montaña nevada en la que sólo se movían algunas ovejas, los llantos de los familiares que se preparaban para lo peor y que, al final, con la más cruel noticia, ingresan a la morgue del hospital para ver los cuerpos de sus niños.

La cámara de Cortez registró también el traslado de los pequeños ataúdes, el velorio silencioso de una de las familias y las caras apenadas de los funcionarios que organizaron la búsqueda.
Las fotos no sólo muestran el desarrollo de la historia que terminó en tragedia, sino que también retratan la pobreza, el frío lacerante, la soledad que acompañaba a los niños en el colegio.
Los cuatro fugados eran de familias del valle de Traslasierra que, como la gran mayoría de los alumnos, habían sido enviados al colegio por motivos de mala conducta o porque sus familias eran demasiado pobres para hacerse cargo de ellos.

Mario Oliva (9 años, de Villa de las Rosas), Luis Peralta (11, de Villa Dolores), Cristian Rodríguez (11, de Santa Rosa del Conlara) y Claudio Gil (9, de San Pedro) se escaparon luego de ser castigados de manera cruel por las maestras del colegio, después de una travesura. Querían volver al calor de sus casas pero acabaron tragados por un océano blanco de nieve.

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