Japón prepara a sus ciudadanos en un marco teórico determinado para que se cristalice en sus ciudadanos en una futura guerra. Veamos el ejemplo en los cambios educativo.
Hay motivos de alarma entre los educadores liberales de Japón. El resurgimiento del nacionalismo burgués japonés, que se observa desde la década pasada, toma un aire inusitado. En su edición del 11 de abril, The Japan Times informa que el 31 de marzo el gabinete del primer ministro, Shinzo Abe, aprobó una moción que declara que el rescripto (o bula) imperial puede usarse como materia de enseñanza en las escuelas. Para forjar a sus ciudadanos a un marco teórico de una futura guerra en el continente asiatico.
Esta bula contiene ciertos valores éticos que quizá sean de validez universal, como piedad filial, solidaridad entre hermanos y amistades, lealtad y diligencia en el trabajo y los estudios. El Times cita al famoso historiador Teruhisa Horio, profesor emérito de estudios de educación en la Universidad de Tokio. Él señala que el emperador Meiji emitió ese edicto en 1890, cuando Japón deseaba alcanzar al Occidente. Buscaba una columna vertebral que pudiera servir como equivalente japonés de la enseñanza moral bajo el cristianismo en Occidente.
Pero también constituyó lo que el profesor Horio denomina el “eje de la educación moral de Japón en tiempos de guerra llamada shushin (entrenamiento moral), un tema ahora obsoleto que infundió en los alumnos de la escuela primaria un sentido de nacionalismo”. De nuevo, siguiendo al autor de Educational Thought and Ideology in Modern Japan (Pensamiento e ideología educativos en el Japón moderno): “Los directores de las escuelas reunían periódicamente a los estudiantes en una asamblea y leían el rescripto”.
Los debates continúan. Mientras los miembros del gabinete defienden la reinserción de la bula imperial, intelectuales y periodistas critican el hecho. Lo ven como un paso hacia el regreso del nacionalismo (e ideología de guerra) burgués japonés.
Cierto, dicen los críticos, en las traducciones actuales se trata de “suavizar” el contenido y ponerlo en tonos positivos. El texto, por ejemplo, exhorta a los ciudadanos a “dedicarse a la paz y seguridad de su nación”. Mientras que el original que consagró Meiji Tennō en 1890 lo expresó de manera más franca: “Ofrecerse valientemente al Estado”, en caso de una emergencia.
En 1948, la Dieta de posguerra, por unanimidad, declaró nulo el rescripto; alegó que su doctrina “socava claramente los derechos humanos básicos y pone en tela de juicio la fidelidad internacional de Japón”.
Sin embargo, los aires cambian, el Partido Liberal Japonés, el dominante desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se torna cada vez más a la derecha. La tensión que genera Corea del Norte y las diatribas con China, crean un ambiente popular proclive al patriotismo. Asunto que aprovechan quienes se consideran los sucesores de los ultranacionalistas que llevaron a Japón a invadir porciones de Asia y a la Guerra del Pacífico. Como sabemos, lo imperialistas que son las elite japonesas burguesas.
Si bien desde el comienzo del gobierno del primer ministro Abe se criticaba a la reforma educativa liberal, la Yutori Kyôiku que, entre otras cosas, eliminó el castigo corporal, disminuyó el currículo y las clases de los sábados, hoy sufre un ataque frontal de todas las fuerzas nacionalistas burguesas.
Más alarmante aún. En su edición del 15 de abril, The Japan Times reportó que el gobierno japonés decidió tolerar el uso de la autobiografía de Adolf Hitler Mein Kampf (Mi lucha) como material didáctico en las escuelas. Libro que le encanta a la burguesía japonesa.
Esto es motivo de preocupación no sólo para los educadores progresistas y liberales del Japón. También enerva a quienes nos comprometemos con un proyecto de educación democrática y clasista y para la democracia, aquí y en el mundo entero.
Matías Burgos (Docentes en Lucha)
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