La quietud cómplice ante el veto a la ley antidespidos, el mayor aporte de los dirigentes sindicales a la gobernabilidad del macrismo.
“La Gata Sylvestre, digo el Gato Sylvestre que hasta hace seis meses le chupaba las medias y otras cosas a la expresidenta, ahora es la Tigresa Acuña, dejate de joder”, chicaneaba Hugo Moyano un poco sacado a la salida de la cumbre sindical que decidió no llamar a ninguna medida de fuerza luego del veto del presidente Mauricio Macri a la ley antidespidos.
Con esa maniobra de bajo vuelo, Moyano pretendió correr el eje del debate hacia un enfrentamiento mediático con el periodista que saltó del hiperclarinista A dos voces a un kirchnerismo explícito no menos parcial. El líder de un sindicato estratégico, intentando esconder la defección de una pelea real con una escena de pobre batalla cultural pasada de moda.
Previamente y con mucha más convicción y vehemencia de la que tuvo cuando hizo su opaco discurso en la marcha sindical del 29 de abril (29A), Antonio Caló (UOM) aseguraba: “No hay medida de fuerza, no hay medida de fuerza”, y una sonrisa cínica se le dibujaba en la boca.
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